Catedral de San Salvador

CATEDRAL DE SAN SALVADOR  (El Salvador C.A.)

En agosto de 1951 un incendio destruyó totalmente la Catedral de San Salvador, que era un edificio de madera construido en 1888. Unos años más tarde se inició la construcción de un nuevo templo; pero como el proyecto no estaba bien definido, surgieron dificultades de financiación y en 1986 un fuerte seísmo dañó gravemente la estructura del edificio, las obras de construcción de la Catedral sufrieron muchas alteraciones, retrocesos y modificaciones. En agosto de 1995 el Arzobispo, Mons. Fernando Sáenz Lacalle, aprobó el Plan Maestro, elaborado en Estudio Arco con la colaboración del arquitecto D. Joaquín Lorda. Estuvimos desarrollándolo hasta 2010, cuando el nuevo Arzobispo consideró que no era necesario continuar los trabajos. Se había realizado el 80% del proyecto.

El Plan Maestro establecía unos criterios generales para dar unidad a un edificio, conjugando elementos de estilos clásicos con otros diseños más actuales. Se procuró aprovechar casi todo lo que se había construido anteriormente. 

El 8 de febrero de 1996, S.S. el Papa Juan Pablo II visitó la Catedral. Previamente se había consolidado la estructura y realizado diversos trabajos de adecuación. El 19 de marzo de 1999 se efectuó la solemne ceremonia de consagración y apertura al culto de la Catedral Metropolitana. El 14 de febrero de 2001, S.M. la Reina de España, Dª Sofía de Grecia y Hannover regaló una imagen de la Virgen, talla del s. XVII, que recibió la advocación de “Madre del Salvador”.

La construcción de una Catedral implica la necesidad de integrar los trabajos de muchos artistas en un proyecto arquitectónico unitario. En este proyecto buscamos conjugar las aportaciones de artistas salvadoreños representativos con las de otros artistas españoles, manteniendo unidad y respeto al estilo propio. Por eso resultó especialmente doloroso que, en diciembre de 2011, una errónea interpretación originara la destrucción del mural de cerámica realizado por Fernando Llort, que en opinión del artista salvadoreño era la obra más importante de cuantas había realizado. Nosotros consideramos que, además de su indudable valor artístico, formaba parte esencial del proyecto. Como disponíamos de un presupuesto limitado, decidimos centrar el proyecto en la fachada, el presbiterio y las 2 capillas laterales y al suprimir ese mural se destruyeron también la solución que habíamos planteado en la fachada y la armonía del conjunto.

FACHADA

La fachada adquiría una importancia muy significativa. En ella pretendíamos unir elementos propios de la cultura occidental con otros de raíces indigenistas, representando en esa armonía integradora la realidad cultural del pueblo salvadoreño. Mantenía algunos elementos tradicionales de las fachadas de iglesias coloniales: la portada remetida, la imagen del titular en una hornacina y un rosetón circular con vidriera; y como elemento de contraste, que aportaba una personalidad específica a esta Catedral, colocamos un gran mural de cerámica realizado por Fernando Llort.

Al diseñar el proyecto, habíamos establecido una armonía cromática y de materiales entre el mural y las cúpulas del edificio. Todo el conjunto formaba una unidad, cuyo elemento principal era el mural de Fernando Llort. Por eso la destrucción del mural supone a la vez la destrucción de la fachada de la Catedral. También estaba previsto colocar decoraciones de cerámica en la Cripta, para enlazar con el mural de la fachada y mantener una unidad de lenguaje en el proyecto. La imagen de esa fachada se reprodujo en multitud de fotos y llegó a convertirse en un icono de El Salvador.

El mural tenía un profundo contenido religioso: representaba el trabajo del pueblo cristiano ofrecido a Dios en el sacrificio de la Misa, con la intercesión de los santos Ángeles. Por eso, en el mural aparecen el símbolo de Dios, la Última Cena, el pueblo, con su iglesia en el centro, un hombre y una mujer con los instrumentos típicos de su trabajo, y los ángeles. Fernando tituló esa obra “Armonía de mi pueblo”. Dijo que “nació como una expresión artística dedicada a la paz”, conseguida en 1992, y estaba realizado como homenaje a Monseñor Romero. A la paz aluden las palomas que aparecen en las esquinas superiores, junto al pueblo. También tuvo presente la convocatoria que el Papa Juan Pablo II realizó, en su visita de 1983, instando a los salvadoreños a ser “artesanos de la paz”.

En la coronación del mural estaba el símbolo de Dios. Como Dios es espíritu puro sólo se le puede representar simbólicamente. La representación más frecuente ha sido el triángulo, que hace referencia a la Trinidad y la Unidad de las Personas divinas. Fernando Llort quiso hacer una interpretación personal, reuniendo elementos que aparecen en la cultura de diversos pueblos, y que reflejan el ansia de los hombres por acudir a un Ser superior e infinito. En el símbolo que diseña Fernando se hace alusión a las 12 tribus de Israel y a los 12 apóstoles, la semilla de la Vida, el ojo –que en la iconografía cristiana siempre se ha considerado un símbolo de la trascendencia y omnisciencia divina-, junto con algunos motivos de carácter indigenista para expresar que Dios es la alegría suprema, la luz, el color, el Amor, la armonía y la Belleza. No se puede negar que esta alegoría es grandiosa, y resulta penoso que algunos la hayan interpretado como un símbolo masónico.

PRESBITERIO

El espacio del presbiterio resulta grandioso; tiene forma circular y está coronado por una gran cúpula semiesférica. Un retablo de grandes dimensiones se integra con naturalidad en el ritmo de la arquería que envuelve todo el presbiterio. También se ha buscado establecer una continuidad entre el retablo y las pinturas de la cúpula, para formar un conjunto espléndido y original.

El retablo está formado por ocho pinturas al óleo -de 7,25 x 2,80 m.- que representan diversas escenas de la vida de Cristo: cuatro se refieren a los episodios de la infancia del Señor y otras cuatro a la vida pública. En los extremos del retablo se sitúan cuatro esculturas de los Evangelistas; cada uno mide 4 m. de altura. Este conjunto ocupa una superficie de 20 x 28 m. y está colocado sobre un basamento, con paneles de madera tallada, de 4,5 m. de altura.

Los cuadros han sido pintados al óleo por Andrés García Ibáñez. En el estilo de estas pinturas se aprecian influencias de El Greco, Goya y algunos pintores impresionistas. Las imágenes de los Evangelistas fueron realizadas por el escultor D. Mariano Nieto Pérez, en colaboración con el taller de Juan Villa Herrero. Las esculturas son de poliestireno, recubiertas de resina y policromadas.

El espacio del presbiterio se remata por una gran cúpula, en la que una pintura mural representa la Salvación del mundo. El Cielo se representa como un Paraíso en el que junto a la Santísima Trinidad, la Virgen y San José, participan de la bienaventuranza eterna los ángeles y personas de todas las razas y estratos sociales; también se incluyen animales y vegetación, para indicar el carácter universal de la Redención. Una inscripción con el texto de Apocalipsis 21, 1-4: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva…”, explica el sentido de esta representación. La cúpula tiene una superficie de 2.000 m2.

En el centro del presbiterio está situado el altar, de mármol verde Guatemala con aplicaciones de metal plateado y dorado. El crucifijo, suspendido sobre el altar, es una reproducción del Santo Cristo de Esquipulas. Estaba previsto que el altar quedase enmarcado por un baldaquino, de 17 m. de altura, que además serviría para entronizar la imagen del Divino Salvador, patrono del país.

Entre el altar y el retablo se sitúa la Cátedra Arzobispal y junto a ella sedes para los concelebrantes.

CAPILLAS LATERALES: Capilla del Santísimo y Capilla de la Virgen

En el crucero hay dos capillas simétricas: la Capilla del Santísimo y la Capilla de la Virgen, en las que se sitúan respectivamente el sagrario y la talla de la Santísima Virgen regalada por la reina Dª Sofía.

El sagrario es un magnífica pieza de orfebrería, que destaca tanto por sus dimensiones -2,5 m. de altura- como por la belleza de su diseño y la calidad de su ejecución. Se encuentra exento, en el interior de un templete de madera dorada y espejos, sobre un basamento de mármol. Diseñado por el arquitecto D. Joaquín Lorda Iñarra, se construyó en Talleres de Arte Moreno, de Granada. El diseño tiene un planteamiento turriforme, en el que se entremezclan soluciones de algunos arquitectos del barroco español e italiano (Alonso Cano, Filippo Juvarra, Carlo Fontana, Churriguera). Los relieves del cuerpo central reproducen grabados de un misal que se utilizó para la evangelización de América. El templete que sirve para alojar el sagrario también fue diseñado por D. Joaquín Lorda y se realizó en El Salvador. Creamos una escuela-taller de dorado para enseñar a los artesanos locales la técnica del dorado al agua y se repitió la experiencia para realizar el dorado del retablo de la Virgen.

La Capilla de la Virgen está presidida por una imagen con la advocación de la Madre del Salvador, que regaló S. M. la Reina de España, Dª Sofía de Grecia y Hannover. La talla es de la escuela andaluza del s. XVII, y se podría atribuir al entorno de Martínez Montañés. Tiene 173 cm. de altura. La imagen ha sido instalada en un retablo, diseñado por D. Joaquín González-Miranda. Dicho retablo tiene 11 m. de altura y está construido en madera de caoba.

Las dos Capillas laterales quedan realzadas mediante unas vidrieras emplomadas, que tienen 11 m. de altura. Fueron realizadas en Pamplona por el taller de Vidrieras del Río. En ellas están representados un grupo de ángeles en actitud de adoración; los ángeles de la Capilla del Santísimo portan los símbolos de la Pasión, mientras que los que acompañan a la Virgen llevan unas cintas con jaculatorias marianas y rosas. Los rosetones dorados del techo se realizaron en Estudio Arco.

CRIPTA

En la planta sótano se ha dispuesto una cripta para enterramientos, donde ocupa un lugar destacado la sepultura de San Oscar Arnulfo Romero. Un relieve yacente de bronce, realizado por el escultor italiano Paolo Borghi, representa a S. Oscar Romero, con mitra y báculo, elevado por los cuatro evangelistas que sostienen los extremos de un lienzo, sobre el que hay depositadas una palma y varias rosas.